LLegando a nuestro destino inmediato y después de organizar el estacionamiento de los coches, nos decidimos a iniciar la ruta y comenzamos a andar de la mano de Juan Antonio, nunca mejor dicho porque él aceptó gustosamente la invitación que le hicimos para ser hoy nuestro guía. El en su cercanía y sencillez se nos dio a conocer al paso del camino que él mismo nos enseñaba. Nos adentró por esa tierra que tan bien conoce y de su mano recorrimos caminos que nos llevaron al encuentro de almendros en flor, tuneras, higuera y molledos, eras y corrales, canales y galerías de agua…Andamos entre un pinar joven producto de la reforestación, tomillos y poleos. De vez en cuando hacíamos una pausa en nuestro andar y contemplábamos a lo lejos el pueblo, mientras Juan Antonio nos introducía en su historia por medio de sus relatos los cuales escuchábamos atentamente.
Nos adentramos en las lavas del Chinyero y presenciamos como la naturaleza se impone en el desolado pero majestuoso malpaís deleitando nuestra vista al contemplar, a nuestro paso, los bejeques en la lava. Un paisaje que acaba de nacer.
Siguiendo el sendero marcado entre la lava llegamos casi a Arguayo, pero antes descansamos y almorzamos compartiendo juntos un buen rato. Después de ello ya seguimos el sendero en sentido descendiente hasta llegar a Arguayo donde aprovechamos que los conductores fueron a buscar los coches que habían dejado en Santiago del Teide, para visitar el pueblo y hacernos unas fotos.